VI. La debilidad de las reacciones
53. Estas situaciones provocan el gemido de la
hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un
clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra
casa común como en los últimos dos siglos. Pero estamos llamados a ser los
instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al
crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud. El problema es que
no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace
falta construir liderazgos que marquen caminos, buscando atender las
necesidades de las generaciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a
las generaciones futuras. Se vuelve indispensable crear un sistema normativo
que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas,
antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico
terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la
justicia.
54. Llama la atención la debilidad de la reacción
política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las
finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente.
Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico
llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver
afectados sus proyectos. En esta línea, el Documento de Aparecida reclama
que «en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los
intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida»[32].
La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no
forme parte de sus intereses inmediatos. Así sólo podrían esperarse algunas
declamaciones superficiales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuerzos
por mostrar sensibilidad hacia el medio ambiente, cuando en la realidad
cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será
visto como una molestia provocada por ilusos románticos o como un obstáculo a
sortear.
55. Poco a poco algunos países pueden mostrar
avances importantes, el desarrollo de controles más eficientes y una lucha más
sincera contra la corrupción. Hay más sensibilidad ecológica en las
poblaciones, aunque no alcanza para modificar los hábitos dañinos de consumo,
que no parecen ceder sino que se amplían y desarrollan. Es lo que sucede, para
dar sólo un sencillo ejemplo, con el creciente aumento del uso y de la
intensidad de los acondicionadores de aire. Los mercados, procurando un
beneficio inmediato, estimulan todavía más la demanda. Si alguien observara
desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante
comportamiento que a veces parece suicida.
56. Mientras tanto, los poderes económicos
continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación
y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los
efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la
degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas.
Muchos dirán que no tienen conciencia de realizar acciones inmorales, porque la
distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo
limitado y finito. Por eso, hoy «cualquier cosa que sea frágil, como el medio
ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado,
convertidos en regla absoluta»[33].
57. Es previsible que, ante el agotamiento de
algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras,
disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones. La guerra siempre produce daños
graves al medio ambiente y a la riqueza cultural de las poblaciones, y los
riesgos se agigantan cuando se piensa en las armas nucleares y en las armas
biológicas. Porque, «a pesar de que determinados acuerdos internacionales
prohíban la guerra química, bacteriológica y biológica, de hecho en los
laboratorios se sigue investigando para el desarrollo de nuevas armas
ofensivas, capaces de alterar los equilibrios naturales»[34].
Se requiere de la política una mayor atención para prevenir y resolver las
causas que puedan originar nuevos conflictos. Pero el poder conectado con las
finanzas es el que más se resiste a este esfuerzo, y los diseños políticos no
suelen tener amplitud de miras. ¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que
será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario
hacerlo?
58. En algunos países hay ejemplos positivos de
logros en la mejora del ambiente, como la purificación de algunos ríos que han
estado contaminados durante muchas décadas, o la recuperación de bosques
autóctonos, o el embellecimiento de paisajes con obras de saneamiento
ambiental, o proyectos edilicios de gran valor estético, o avances en la
producción de energía no contaminante, en la mejora del transporte público.
Estas acciones no resuelven los problemas globales, pero confirman que el ser
humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para
amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad,
solidaridad y cuidado.
59. Al mismo tiempo, crece una ecología superficial
o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre
irresponsabilidad. Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que
requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está
ocurriendo no es cierto. Si miramos la superficie, más allá de algunos signos
visibles de contaminación y de degradación, parece que las cosas no fueran tan
graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales
condiciones. Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros
estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se
las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no
verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes,
actuando como si nada ocurriera.
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[32] V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento
de Aparecida (29 junio 2007), 471.
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