ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SALUD

¡Virgen María, Madre de la Salud! Tu Hijo divino te encargó que fueras también Madre de todos los hombres. Desde entonces, con admirable fidelidad, has estado presente en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus hijos; como ejemplar de todas las virtudes personales y comunitarias; como medianera nuestra ante Dios, y como madre de la vida divina que Cristo nos comunica.
Tú conoces nuestros sufrimientos y problemas, nuestras infidelidades y caídas. A ejemplo tuyo y con tu ayuda, aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que, en Cristo y por el Espíritu Santo quiere salvarnos a través de las pruebas y sufrimientos de la vida temporal, hasta darnos la plenitud de su vida sin término. Amén.

sábado, 7 de junio de 2014

PENTECOSTÉS

Han pasado 50 días desde la resurrección del Señor. Nos alegramos ahora con esta solemnidad de Pentecostés, donde el Señor cumple su promesa de enviarnos al Espíritu Santo.

Hermanos, el Espíritu Santo hace posible todo esto en nosotros: rompe nuestras divisiones causadas por el alejamiento del amor de Dios y lo convierte en unidad, nos da nueva vida y la armoniza, nos fortalece y dinamiza, nos da esperanza y nos hace discípulos y misioneros de Cristo. Por eso el evangelio nos habla también del agua viva, es el Espíritu del Resucitado el que produce en nosotros la nueva condición de Hijos de Dios, gracias a Cristo que murió y resucitó, podemos tener el Espíritu de vida, el Espíritu de la Verdad; por lo tanto nuestra vida es vida en Cristo. Alejados de él sólo somos huesos secos, pero si vivimos en él tenemos verdadera vida.

“A veces podemos ser tentados de dejarnos llevar por la pereza o, peor aún, por el desaliento, sobre todo ante las fatigas y las pruebas de la vida. En estos casos, no nos desanimemos, invoquemos al Espíritu Santo, para que con el don de fortaleza dirija nuestro corazón y comunique nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y a nuestro seguimiento de Jesús” (SS. Francisco)

El Espíritu Santo es el corazón de la Iglesia y de cada cristiano, es el Amor de Dios que habita en nosotros y está siempre con nosotros. A la vez que es un regalo de Dios, el Espíritu Santo nos da diversos regalos espirituales a quien lo acoge: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

El espíritu Santo es un regalo muy hermoso que el Señor nos da a todos. Recibámoslo dignamente, abramos nuestro corazón y dejemos que él nos transforme. Que en cada eucaristía se encienda en nosotros el fuego del Espíritu que descendió sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, y nos haga valerosos discípulos del Señor resucitado. 

lunes, 2 de junio de 2014

DE LA ASCENSIÓN A PENTECOSTÉS


Pero subir al cielo no es abandonar la tierra. Jesús sigue entre nosotros "Sépanlo, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" nos dice el evangelio de Mateo (28,20) y su palabra es verdadera. Debemos alegrarnos porque Cristo ha tomado nuestra condición humana y la ha glorificado. 

El domingo pasado celebrábamos la solemnidad de la ascensión del Señor, donde la liturgia nos hacía movernos en dos puntos, de manera especial: la alegría y la misión. La alegría, porque el mismo Dios que por amor ha bajado a nosotros, se ha encarnado en el vientre de María y ha vivido entre nosotros hasta entregar su vida por todos, es el mismo que después de resucitar ha subido al cielo. 


Pero también debemos recordar nuestra misión. No podemos quedarnos parados mirando al cielo, como los apóstoles el día de la ascensión, debemos tomar conciencia de que esa alegría debemos compartirla con los demás. "Vayan por todo el mundo y hagan discípulos míos". Esa es la misión, dar testimonio del amor de Cristo y anunciarlo a los demás, para que otros también se acerquen al Señor. 

El próximo domingo celebraremos Pentecostés, donde Cristo cumple la promesa de enviarnos a un Defensor, a un abogado, al espíritu Santo. Fiesta de la unidad, de la comunión, de la alegría que produce la presencia del Espíritu en nuestras vidas.