CAPÍTULO PRIMERO
LO QUE LE ESTÁ PASANDO A NUESTRA CASA
17. Las reflexiones teológicas o filosóficas sobre
la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar a mensaje repetido y
abstracto si no se presentan nuevamente a partir de una confrontación con el
contexto actual, en lo que tiene de inédito para la historia de la humanidad.
Por eso, antes de reconocer cómo la fe aporta nuevas motivaciones y exigencias
frente al mundo del cual formamos parte, propongo detenernos brevemente a
considerar lo que le está pasando a nuestra casa común.
18. A la continua aceleración de los cambios de la
humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de
trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». Si bien el cambio es parte de
la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le
imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto
se suma el problema de que los objetivos de ese cambio veloz y constante no
necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e
integral. El cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se
convierte en deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la
humanidad.
19. Después de un tiempo de confianza irracional en
el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en
una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibilidad con
respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y
dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta. Hagamos
un recorrido, que será ciertamente incompleto, por aquellas cuestiones que hoy
nos provocan inquietud y que ya no podemos esconder debajo de la alfombra. El
objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar
dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le
pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede
aportar.
I. Contaminación y cambio climático
Contaminación, basura
y cultura del descarte
20. Existen formas de contaminación que afectan
cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos
produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más
pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a
causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los
combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la
contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la
industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del
suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores
de malezas y agrotóxicos en general. La tecnología que, ligada a las finanzas,
pretende ser la única solución de los problemas, de hecho suele ser incapaz de
ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por
eso a veces resuelve un problema creando otros.
21. Hay que considerar también la contaminación
producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos presentes en
distintos ambientes. Se producen cientos de millones de toneladas de residuos
por año, muchos de ellos no biodegradables: residuos domiciliarios y
comerciales, residuos de demolición, residuos clínicos, electrónicos e
industriales, residuos altamente tóxicos y radioactivos. La tierra, nuestra
casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. En
muchos lugares del planeta, los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos,
que ahora se ven inundados de basura. Tanto los residuos industriales como los
productos químicos utilizados en las ciudades y en el agro pueden producir un
efecto de bioacumulación en los organismos de los pobladores de zonas cercanas,
que ocurre aun cuando el nivel de presencia de un elemento tóxico en un lugar
sea bajo. Muchas veces se toman medidas sólo cuando se han producido efectos
irreversibles para la salud de las personas.
22. Estos problemas están íntimamente ligados a la
cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las
cosas que rápidamente se convierten en basura. Advirtamos, por ejemplo, que la
mayor parte del papel que se produce se desperdicia y no se recicla. Nos cuesta
reconocer que el funcionamiento de los ecosistemas naturales es ejemplar: las
plantas sintetizan nutrientes que alimentan a los herbívoros; estos a su vez
alimentan a los seres carnívoros, que proporcionan importantes cantidades de
residuos orgánicos, los cuales dan lugar a una nueva generación de vegetales.
En cambio, el sistema industrial, al final del ciclo de producción y de
consumo, no ha desarrollado la capacidad de absorber y reutilizar residuos y
desechos. Todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que
asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone
limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo,
maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar. Abordar
esta cuestión sería un modo de contrarrestar la cultura del descarte, que
termina afectando al planeta entero, pero observamos que los avances en este
sentido son todavía muy escasos.
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