CAPÍTULO QUINTO
ALGUNAS LÍNEAS DE ORIENTACIÓN Y ACCIÓN
163. He intentado analizar la situación actual de
la humanidad, tanto en las grietas que se observan en el planeta que habitamos,
como en las causas más profundamente humanas de la degradación ambiental. Si
bien esa contemplación de la realidad en sí misma ya nos indica la necesidad de
un cambio de rumbo y nos sugiere algunas acciones, intentemos ahora delinear
grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de autodestrucción
en la que nos estamos sumergiendo.
I. Diálogo sobre el medio ambiente en
la política internacional
164. Desde mediados del siglo pasado, y superando
muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta
como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos. Un mundo
interdependiente no significa únicamente entender que las consecuencias
perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a todos,
sino principalmente procurar que las soluciones se propongan desde una
perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países. La
interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto
común. Pero la misma inteligencia que se utilizó para un enorme
desarrollo tecnológico no logra encontrar formas eficientes de gestión
internacional en orden a resolver las graves dificultades ambientales y
sociales. Para afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por
acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial que lleve,
por ejemplo, a programar una agricultura sostenible y diversificada, a
desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, a fomentar una
mayor eficiencia energética, a promover una gestión más adecuada de los recursos
forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al agua potable.
165. Sabemos que la tecnología basada en
combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el
petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y
sin demora. Mientras no haya un amplio desarrollo de energías renovables, que
debería estar ya en marcha, es legítimo optar por lo menos malo o acudir a
soluciones transitorias. Sin embargo, en la comunidad internacional no se
logran acuerdos suficientes sobre la responsabilidad de quienes deben soportar
los costos de la transición energética. En las últimas décadas, las cuestiones
ambientales han generado un gran debate público que ha hecho crecer en la
sociedad civil espacios de mucho compromiso y de entrega generosa. La política
y la empresa reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los
desafíos mundiales. En este sentido se puede decir que, mientras la humanidad
del período post-industrial quizás sea recordada como una de las más
irresponsables de la historia, es de esperar que la humanidad de comienzos del
siglo XXI pueda ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves
responsabilidades.
166. El movimiento ecológico mundial ha hecho ya un
largo recorrido, enriquecido por el esfuerzo de muchas organizaciones de la
sociedad civil. No sería posible aquí mencionarlas a todas ni recorrer la
historia de sus aportes. Pero, gracias a tanta entrega, las cuestiones
ambientales han estado cada vez más presentes en la agenda pública y se han
convertido en una invitación constante a pensar a largo plazo. No obstante, las
Cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años no respondieron a las
expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos
ambientales globales realmente significativos y eficaces.
167. Cabe destacar la Cumbre de la Tierra,
celebrada en 1992 en Río de Janeiro. Allí se proclamó que «los seres humanos
constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo
sostenible»[126].
Retomando contenidos de la Declaración de Estocolmo (1972), consagró la
cooperación internacional para cuidar el ecosistema de toda la tierra, la
obligación por parte de quien contamina de hacerse cargo económicamente de
ello, el deber de evaluar el impacto ambiental de toda obra o proyecto. Propuso
el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero
en la atmósfera para revertir el calentamiento global. También elaboró una
agenda con un programa de acción y un convenio sobre diversidad biológica,
declaró principios en materia forestal. Si bien aquella cumbre fue
verdaderamente superadora y profética para su época, los acuerdos han tenido un
bajo nivel de implementación porque no se establecieron adecuados mecanismos de
control, de revisión periódica y de sanción de los incumplimientos. Los
principios enunciados siguen reclamando caminos eficaces y ágiles de ejecución
práctica.
168. Como experiencias positivas se pueden
mencionar, por ejemplo, el Convenio de Basilea sobre los desechos peligrosos,
con un sistema de notificación, estándares y controles; también la Convención
vinculante que regula el comercio internacional de especies amenazadas de fauna
y flora silvestre, que incluye misiones de verificación del cumplimiento
efectivo. Gracias a la Convención de Viena para la protección de la capa de
ozono y a su implementación mediante el Protocolo de Montreal y sus enmiendas,
el problema del adelgazamiento de esa capa parece haber entrado en una fase de
solución.
169. En el cuidado de la diversidad biológica y en
lo relacionado con la desertificación, los avances han sido mucho menos significativos.
En lo relacionado con el cambio climático, los avances son lamentablemente muy
escasos. La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad,
valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más
contaminantes. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el desarrollo
sostenible denominada Rio+20 (Río de Janeiro 2012) emitió una extensa e
ineficaz Declaración final. Las negociaciones internacionales no pueden avanzar
significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus
intereses nacionales sobre el bien común global. Quienes sufrirán las
consecuencias que nosotros intentamos disimular recordarán esta falta de
conciencia y de responsabilidad. Mientras se elaboraba esta Encíclica, el
debate ha adquirido una particular intensidad. Los creyentes no podemos dejar
de pedirle a Dios por el avance positivo en las discusiones actuales, de manera
que las generaciones futuras no sufran las consecuencias de imprudentes
retardos.
170. Algunas de las estrategias de baja emisión de
gases contaminantes buscan la internacionalización de los costos ambientales,
con el peligro de imponer a los países de menores recursos pesados compromisos
de reducción de emisiones comparables a los de los países más industrializados.
La imposición de estas medidas perjudica a los países más necesitados de
desarrollo. De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje
del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más débil. Dado
que los efectos del cambio climático se harán sentir durante mucho tiempo, aun
cuando ahora se tomen medidas estrictas, algunos países con escasos recursos
necesitarán ayuda para adaptarse a efectos que ya se están produciendo y que
afectan sus economías. Sigue siendo cierto que hay responsabilidades comunes
pero diferenciadas, sencillamente porque, como han dicho los Obispos de
Bolivia, «los países que se han beneficiado por un alto grado de
industrialización, a costa de una enorme emisión de gases invernaderos, tienen
mayor responsabilidad en aportar a la solución de los problemas que han
causado»[127].
171. La estrategia de compraventa de « bonos de
carbono » puede dar lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para
reducir la emisión global de gases contaminantes. Este sistema parece ser una
solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compromiso con el medio ambiente,
pero que de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las
circunstancias. Más bien puede convertirse en un recurso diversivo que permita
sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores.
172. Los países pobres necesitan tener como
prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus
habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos
sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción. También
es verdad que deben desarrollar formas menos contaminantes de producción de
energía, pero para ello requieren contar con la ayuda de los países que han
crecido mucho a costa de la contaminación actual del planeta. El
aprovechamiento directo de la abundante energía solar requiere que se
establezcan mecanismos y subsidios de modo que los países en desarrollo puedan
acceder a transferencia de tecnologías, asistencia técnica y recursos
financieros, pero siempre prestando atención a las condiciones concretas, ya
que «no siempre es adecuadamente evaluada la compatibilidad de los sistemas con
el contexto para el cual fueron diseñados»[128].Los
costos serían bajos si se los compara con los riesgos del cambio climático. De
todos modos, es ante todo una decisión ética, fundada en la solidaridad de
todos los pueblos.
173. Urgen acuerdos internacionales que se cumplan,
dada la fragilidad de las instancias locales para intervenir de modo eficaz.
Las relaciones entre Estados deben resguardar la soberanía de cada uno, pero
también establecer caminos consensuados para evitar catástrofes locales que
terminarían afectando a todos. Hacen falta marcos regulatorios globales que
impongan obligaciones y que impidan acciones intolerables, como el hecho de que
países poderosos expulsen a otros países residuos e industrias altamente
contaminantes.
174. Mencionemos también el sistema de gobernanza
de los océanos. Pues, si bien hubo diversas convenciones internacionales y
regionales, la fragmentación y la ausencia de severos mecanismos de
reglamentación, control y sanción terminan minando todos los esfuerzos. El
creciente problema de los residuos marinos y la protección de las áreas marinas
más allá de las fronteras nacionales continúa planteando un desafío especial.
En definitiva, necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza para
toda la gama de los llamados «bienes comunes globales».
175. La misma lógica que dificulta tomar decisiones
drásticas para invertir la tendencia al calentamiento global es la que no
permite cumplir con el objetivo de erradicar la pobreza. Necesitamos una
reacción global más responsable, que implica encarar al mismo tiempo la reducción
de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres. El siglo
XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas pasadas, es
escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo
porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales,
tiende a predominar sobre la política. En este contexto, se vuelve
indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y
eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo
entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar. Como
afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrollada por la doctrina social de la
Iglesia, «para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas
por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios
consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad
alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular
los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política
mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan XXIII»[129].
En esta perspectiva, la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a
promover estrategias internacionales que se anticipen a los problemas más
graves que terminan afectando a todos.
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[127] Conferencia
Episcopal Boliviana, Carta pastoral sobre medio ambiente y desarrollo humano en
Bolivia El universo, don de Dios para la vida (2012), 86.
[128] Consejo
Pontificio Justicia y Paz, Energía, justicia y paz, IV, 1,
Ciudad del Vaticano 2013, 57.
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