Solemnidad
San Agustín nació en Tagaste (Argelia) el año 354 y vivió en un periodo de crisis y transición. El 28 de agosto de 430, mientras Hipona sufría el asedio de los vándalos, Agustín desde su lecho de muerte vivía intensamente este drama y entregaba su alma al Creador. Desde su ordenación sacerdotal (391) y, sobre todo, desde el día de su consagración episcopal (395), se había identificado con él en la búsqueda del triunfo de la causa de Dios y del servicio de la Iglesia. La promoción de la unidad de la Iglesia fue una de sus mayores aspiraciones. Con ese fin fundó comunidades religiosas y quiso que fueran signo y fermento de unidad. Según la acertada expresión de Posidio, Agustín sigue viviendo en los escritos que ha legado a la posteridad.
Padre y maestro, fundador glorioso,
verbo de Cristo y de la Madre Iglesia,
doctor y guía de seguridades,
y de las almas luz.
En coro, unidos, te invocamos fieles,
para que enciendas con la fe el amor,
para que a todos tu palabra lleve
la luz del Evangelio.
Monjes y ascetas, vírgenes y santos
de ti supieron el vivir de Cristo,
y los secretos de la vida eterna
de ti aprendieron.
La Iglesia santa con ardor te aclama
doctor egregio de la caridad,
columna de la fe, sol de la gracia,
prodigio de humildad.
Gloria a Dios Padre, y gloria sea dada
al Hijo, al Unigénito humanado,
y al Espíritu Santo, que por siempre
las almas ilumina. Amén.
LECTURA BREVE Rm 8, 38-39
Estoy convencido de que ni muerte ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
PRECES
San Agustín muestra al mundo el poder de la gracia de Cristo. Al comienzo radiante de este día de fiesta, dirijamos a Dios nuestra oración: Danos, Señor, tu gracia. Señor, que por una verdadera conversión del corazón condujiste a Agustín del abismo del pecado al amor, — ven a nuestro corazón, para que olvidemos nuestras maldades y nos abracemos contigo, único bien nuestro.
118
Dios, vida y dulzura nuestra, que amas y no sientes pasión, y que nos mandas amarte, — haz que comprendamos que es muy grande nuestra miseria si no te amamos. Dios, de quien procede todo bien, — haz que, siguiendo el ejemplo de nuestro padre san Agustín, empleemos en la gloria de tu nombre los dones que nos concediste. Dios, uno y bueno, que nunca has dejado de hacer el bien, — aumenta nuestra fe, confirma nuestra esperanza, enciende nuestra caridad, para que cada día te sirvamos mejor.
Padre nuestro.
Oración
Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en san Agustín, obispo, y así también nosotros, sedientos de la verdadera sabiduría, nunca cesemos de buscarte, fuente viva de amor eterno. Por nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SALUD
¡Virgen María, Madre de la Salud! Tu Hijo divino te encargó que fueras también Madre de todos los hombres. Desde entonces, con admirable fidelidad, has estado presente en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus hijos; como ejemplar de todas las virtudes personales y comunitarias; como medianera nuestra ante Dios, y como madre de la vida divina que Cristo nos comunica.
Tú conoces nuestros sufrimientos y problemas, nuestras infidelidades y caídas. A ejemplo tuyo y con tu ayuda, aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que, en Cristo y por el Espíritu Santo quiere salvarnos a través de las pruebas y sufrimientos de la vida temporal, hasta darnos la plenitud de su vida sin término. Amén.
Tú conoces nuestros sufrimientos y problemas, nuestras infidelidades y caídas. A ejemplo tuyo y con tu ayuda, aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que, en Cristo y por el Espíritu Santo quiere salvarnos a través de las pruebas y sufrimientos de la vida temporal, hasta darnos la plenitud de su vida sin término. Amén.
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