Saludamos a todos los fieles, que el nacimiento del Salvador les llene de muchas bendiciones y que en sus hogares siempre brille el resplandor del amor de Dios.
Un año más ha brillado para nosotros —y hemos de celebrarlo— el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; en él la verdad ha brotado de la tierra; el día del día ha venido a nuestro día: alegrémonos y regocijémonos en él. La fe de los cristianos conoce lo que nos ha aportado la humildad de tan gran excelsitud; de ello se mantiene alejado el corazón de los impíos, pues Dios escondió estas cosas a los sabios y prudentes y las reveló a los pequeños. Posean, por tanto, los humildes la humildad de Dios para llegar a la altura también de Dios con tan grande ayuda, cual jumento que soporta su debilidad.
Aquellos sabios y prudentes, en cambio, cuando buscan lo excelso de Dios y no creen lo humilde, al pasar por alto esto y, en consecuencia, no alcanzar aquello debido a su vaciedad y ligereza, a su hinchazón y orgullo, quedaron como colgados entre el cielo y la tierra, en el espacio propio del viento. Son, ciertamente, sabios y prudentes, pero según este mundo, no según el que hizo al mundo.
(San Agustín, Sermón 184,1)
FELIZ NAVIDAD
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