Todos tenemos derecho a vivir en un hogar (hogar significa hoguera, de allí que se hable de calor de hogar), un espacio donde podamos crecer en armonía, unidad de amor, respeto, ayuda mutua... Los padres tienen en primer lugar esa grave responsabilidad de educar ante todo con su testimonio de vida, allí radica su autoridad. Un testimonio de trabajo, de fe, de buenas costumbres, de vida cristiana. Los hijos aprenden lo que ven en su hogar, de allí la importancia de corregirlos, ponerles metas, límites, premios y castigos que los eduquen, sin llegar por ningún motivo a la violencia; cuando se castiga y se corrige se debe hacer con amor no con rabia; quien corrige a su hijo lo ama, quien no lo hace no le importa.
Los hijos, por su parte, están llamados a amar, obedecer y respetar a sus padres, a ayudarles mientras vivan y a nunca avergonzarse por ellos. Los buenos hijos son escuchados por Dios cuando oran; porque si amamos a nuestros padres, nuestro Padre del cielo también nos bendecirá.
Pidamos a la Sagrada familia de Nazareth que bendiga nuestros hogares y nos permita seguir creciendo en unidad y amor. Pidamos también por tantas familias destruidas por la división, el rencor, la envidia.... que sean capaces de reconciliarse y dejar entrar a Dios en sus corazones.
Bendiciones para todos.
Los hijos, por su parte, están llamados a amar, obedecer y respetar a sus padres, a ayudarles mientras vivan y a nunca avergonzarse por ellos. Los buenos hijos son escuchados por Dios cuando oran; porque si amamos a nuestros padres, nuestro Padre del cielo también nos bendecirá.
Pidamos a la Sagrada familia de Nazareth que bendiga nuestros hogares y nos permita seguir creciendo en unidad y amor. Pidamos también por tantas familias destruidas por la división, el rencor, la envidia.... que sean capaces de reconciliarse y dejar entrar a Dios en sus corazones.
Bendiciones para todos.
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