ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SALUD

¡Virgen María, Madre de la Salud! Tu Hijo divino te encargó que fueras también Madre de todos los hombres. Desde entonces, con admirable fidelidad, has estado presente en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus hijos; como ejemplar de todas las virtudes personales y comunitarias; como medianera nuestra ante Dios, y como madre de la vida divina que Cristo nos comunica.
Tú conoces nuestros sufrimientos y problemas, nuestras infidelidades y caídas. A ejemplo tuyo y con tu ayuda, aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que, en Cristo y por el Espíritu Santo quiere salvarnos a través de las pruebas y sufrimientos de la vida temporal, hasta darnos la plenitud de su vida sin término. Amén.

martes, 22 de abril de 2014

ALELUYA, CRISTO HA RESUCITADO

La victoria de Jesús no se puede reducir a una acción pasada. Celebrar la Pascua es tomar conciencia de que también nosotros estamos llamados a resucitar a una vida nueva. La victoria de Jesús continúa hoy en todo creyente que es capaz de abrirse al poder de Dios. “Por tanto, ahora, mientras vivimos en esta carne corruptible, muramos con Cristo cambiando de vida y vivamos con Cristo amando la justicia. La vida feliz no hemos de recibirla más que cuando lleguemos a aquel que vino hasta nosotros y comencemos a vivir con quien murió por nosotros” (San Agustín, serm 231,5).

Creer en la Resurrección es creer en la acción de Dios en la historia; Es creer en el poder de Dios que actúa en los pequeños e indefensos; Es creer que la lucha a favor de la vida de los pobres y desvalidos es mucho más fuerte que las bombas más poderosas de cualquier nación o pueblo. Es creer que hasta de lo más débil y frágil, Dios puede hacer surgir algo nuevo. Hasta la persona más aplastada por el pecado, Dios puede levantarla y convertirla en discípulo.
Creer en la Resurrección es ser capaz de romper con la mezquindad y la mediocridad que todavía queda en nosotros. Es poner la fraternidad por encima de movimientos y grupos, Es echar fuera de mí todo egoísmo, toda hipocresía, todo orgullo, todo miedo, todo aquello que no me deja ser yo mismo. “Escuchemos lo que dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de arriba, no las de la tierra… Si vivimos bien, hemos muerto y resucitado; quien, en cambio, aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal, no vive. … si vive bien, ha resucitado” (San Agustín, serm 231,3).

Esta noche no estamos recordando un muerto, estamos celebrando que Cristo ha resucitado, que sigue vivo, actuando en cada uno de nosotros. Celebrar la resurrección es tener la alegría de sabernos amados, de tener la seguridad de que Dios nos escucha cuando le hablamos por medio de la oración. Vivir la resurrección es tener la experiencia de que Jesús puede cambiar nuestra vida, revivir lo bueno que hay en nosotros; vivir como resucitados es tener actitudes de amor, comprensión, amabilidad, diálogo, honestidad, solidaridad, justicia, respeto por la vida. Creer en el resucitado es alejarnos de supersticiones, dejar lejos de nosotros los horóscopos, los brujos, los adivinos, los charlatanes que predicen el futuro y condicionan la vida, no crean en esos mentirosos, creamos en Jesús que es la misma verdad, que nos hace libres con la gracia de Dios; creer en el resucitado es poner toda nuestra confianza en Él, es vivir en la alegría de saber que la muerte no tiene la última palabra, defendamos la vida, los niños, los jóvenes, los ancianos, las familias; no aceptemos la muerte, defendamos la vida. San Pablo nos invita a vestirnos con los vestidos del Resucitado: «Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí» (Ga 5, 22). Queridos hermanos y hermanas, que esta celebración de la Vigilia Pascual, sea la oportunidad de abrir nuestro corazón al Señor, muramos a nuestro pecado y resucitemos a una vida nueva, vivamos como resucitados, amémonos los unos a los otros. Amén. 

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