ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SALUD

¡Virgen María, Madre de la Salud! Tu Hijo divino te encargó que fueras también Madre de todos los hombres. Desde entonces, con admirable fidelidad, has estado presente en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus hijos; como ejemplar de todas las virtudes personales y comunitarias; como medianera nuestra ante Dios, y como madre de la vida divina que Cristo nos comunica.
Tú conoces nuestros sufrimientos y problemas, nuestras infidelidades y caídas. A ejemplo tuyo y con tu ayuda, aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que, en Cristo y por el Espíritu Santo quiere salvarnos a través de las pruebas y sufrimientos de la vida temporal, hasta darnos la plenitud de su vida sin término. Amén.

domingo, 5 de marzo de 2017

I DOMINGO DE CUARESMA JESÚS ES TENTADO POR EL DIABLO

De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos (Salmo 60, 2-3)
EN CRISTO FUIMOS TENTADOS, EN ÉL VENCIMOS AL DIABLO 

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Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién dice esto? Parece que uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por tanto, no se trata de uno solo, a no ser en el sentido de que Cristo, junto con nosotros, sus miembros, es uno solo. ¿Cómo puede uno solo invocar a Dios desde los confines de la tierra? Quien invoca desde los confines de la tierra es aquella herencia de la que se ha dicho al Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra. Por tanto, esta posesión de Cristo, esta herencia de Cristo, este cuerpo de Cristo, esta Iglesia única de Cristo, esta unidad que formamos nosotros es la que invoca al Señor desde los confines de la tierra. ¿Y qué es lo que pide? Lo que hemos dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra, esto es, desde todas partes.


¿Y cuál es el motivo de esta súplica? Porque tiene el corazón abatido. Quien así clama demuestra que está en todas las naciones de todo el mundo no con grande gloria, sino con graves tentaciones. Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones.

Aquel que invoca desde los confines de la tierra está abatido, mas no queda abandonado. Pues quiso prefigurarnos a nosotros, su cuerpo, en su propio cuerpo, en el cual ha muerto ya y resucitado, y ha subido al cielo, para que los miembros confíen llegar también adonde los ha precedido su cabeza.

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Así pues, nos transformó en sí mismo, cuando quiso ser tentado por Satanás. Acabamos de escuchar en el Evangelio cómo el Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. El Cristo total era tentado por el diablo, ya que en él eras tú tentado. Cristo, en efecto, tenía de ti la condición humana para sí mismo, de sí mismo la salvación para ti; tenía de ti la muerte para sí mismo, de sí mismo la vida para ti; tenía de ti ultrajes para sí mismo, de sí mismo honores para ti; consiguientemente, tenía de ti la tentación para sí mismo, de sí mismo la victoria para ti.

Si en él fuimos tentados, en él venceremos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él. Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo;pero entonces tú, que estás sujeto a la tentación, no hubieras aprendido de él a vencerla.


RESPONSORIO BREVE
V. 
Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

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