ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA SALUD

¡Virgen María, Madre de la Salud! Tu Hijo divino te encargó que fueras también Madre de todos los hombres. Desde entonces, con admirable fidelidad, has estado presente en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus hijos; como ejemplar de todas las virtudes personales y comunitarias; como medianera nuestra ante Dios, y como madre de la vida divina que Cristo nos comunica.
Tú conoces nuestros sufrimientos y problemas, nuestras infidelidades y caídas. A ejemplo tuyo y con tu ayuda, aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial que, en Cristo y por el Espíritu Santo quiere salvarnos a través de las pruebas y sufrimientos de la vida temporal, hasta darnos la plenitud de su vida sin término. Amén.

sábado, 23 de mayo de 2015

PENTECOSTÉS

Ante todo debemos reconocer que Pentecostés en el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús a
sus discípulos, cuando estaba con ellos antes de morir en la cruz y también cuando se despide de ellos el día de la ascensión. No podemos acercarnos al Espíritu Santo sin acercarnos al Padre y al Hijo.
Jesús murió y resucitó para comunicarnos el Espíritu Santo. La pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo: “El Espíritu Santo que Cristo, cabeza, derrama sobre sus miembros, construye, anima y santifica a la Iglesia”. No podemos pretender tener una Iglesia sin Espíritu o pretender, lo que es peor, tener la idea de dominar al Espíritu. Un grupo humano que se reúnan de manera carismática, y se conviertan en guetos, en grupos cerrados y que no participen de los sacramentos y de toda la vida de la Iglesia, están muy equivocados. El Espíritu Santo no es para privatizarlo, no podemos pretender encerrarlo o tenerlo dominado. Al contrario, el Espíritu Santo cuando se derrama sobre los fieles, despierta muchos carismas que ayudan a construir y a animar la Iglesia. Una comunidad realmente carismática es aquella que vive del Espíritu Santo, que vive los carismas sin divisiones o favoritismos o sectarismos. Los carismas son dados a la Iglesia para santificarlas, no para dividirla o crearle problemas.

Uno de los problemas de nuestro tiempo es la carencia de Espíritu y el exceso de materia en sus diversas formas: corporalidad y sexo, productividad y consumismo. La sociedad actual está muy erotizada, el sexo aparece por todas partes, el uso del cuerpo como instrumento de consumo se puede ver en todas partes y en todos los medios de comunicación; además, se le suma el afán del consumismo, los deseos de comprar lo último que sale de moda, el estar con lo último que sale. Las personas se miden, muchas veces, por la tecnología que tienen, por los celulares de alta gama que poseen, por el lujo… Mucha gente vive lamentablemente de apariencias. Es evidente que esto asfixia de alguna manera la presencia del Espíritu. La secuencia Ven Espíritu divino de este día de Pentecostés expresa esta realidad cuando afirma: Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
La verdadera humanización del hombre consiste en abrirse a Dios y a los demás. Bajo la acción del Espíritu se encuentra y se reconcilia con Dios y consigo mismo; y se abre a la comunión gozosa con él mismo y con los demás hermanos.
Con esta solemnidad de Pentecostés se termina la celebración pascual. No podemos quedarnos solamente en el ruido y la alegría de una noche, no podemos conformarnos con decir que hemos celebrado Pentecostés porque celebramos la vigilia, pero la vida después de esta noche sigue igual. Pentecostés no es solo un momento, una noche o un día; Pentecostés debe ser toda la vida, pues ya hemos recibido el Espíritu Santo el día de nuestro bautismo, lo recibimos el día de nuestra confirmación, lo recibimos cada vez que celebramos la eucaristía y cualquiera de los sacramentos. Por eso nuestra vida debe reflejar esa acción del Espíritu. La pregunta entonces es: ¿Cómo vivir todo esto que hemos celebrado, esto que es el núcleo fundamental de nuestra fe? La respuesta es: porque podemos creer, podemos amar, podemos esperar, podemos continuar el camino del Resucitado, sólo si tenemos en nosotros el Espíritu Santo.

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