Durante el mes de agosto, la comunidad de los Padres Agustinos en el mundo, celebramos la fiesta de nuestro Padre San Agustín; por eso durante el mes se hacen diferentes actividades en las parroquias o en los colegios, como la novena misma, o actividades culturales y deportivas.
El 28 de Agosto se celebra su fiesta, pues fue el día en el que cerró sus ojos para este mundo, pero su corazón inquieto finalmente encontró el descanso el Dios.
Ordenado
presbítero construye un monasterio en un huerto, donado por el obispo Valerio,
y escribe una Regla que han de guardar los compañeros que van creciendo en gran
número, así comienza la Orden de San Agustín.
El Papa S. Juan Pablo II, escribió una Carta Apostólica sobre san Agustín, en la que afirma:
AGUSTÍN DE HIPONA, desde que apenas un año después
de su muerte fue catalogado como uno de los "mejores maestros de la
Iglesia" por mi lejano predecesor
Celestino I, ha seguido estando presente en la vida de la Iglesia y en la mente
y en la cultura de todo el Occidente. Después, otros Romanos Pontífices, por no
hablar de los Concilios que con frecuencia y abundantemente se han inspirado en
sus escritos, han propuesto sus ejemplos y sus documentos doctrinales para que
se les estudiara e imitara. León XIII exaltó sus enseñanzas filosóficas en la
Encíclica Aeterni Patris; Pío XI reasumió sus
virtudes y su pensamiento en la Encíclica Ad salutem humani generis,
declarando que por su ingenio agudísimo, por la riqueza y sublimidad de su
doctrina, por la santidad de su vida y por la defensa de la verdad católica
nadie, o muy pocos se le pueden comparar de cuantos han florecido desde los
principios del género humano hasta nuestros días; Pablo VI afirmó que
"además de brillar en él de forma eminente las cualidades de los Padres,
se puede afirmar en verdad que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en
su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la
tradición doctrinal de los siglos posteriores.
Yo mismo he añadido mi voz a la de mis
predecesores, expresando el vivo deseo de que "su doctrina filosófica,
teológica y espiritual se estudie y se difunda, de tal modo que continúe... su
magisterio en la Iglesia; un magisterio, añadía, humilde y luminoso al mismo
tiempo, que habla sobre todo de Cristo y del amor". He tenido ocasión además
de recomendar especialmente a los hijos espirituales del gran Santo que
mantengan "vivo y atrayente el encanto de San Agustín también en la
sociedad moderna", ideal estupendo y entusiasmante, porque "el
conocimiento exacto y afectuoso de su pensamiento y de su vida provoca la sed
de Dios, descubre el encanto de Jesucristo, el amor a la sabiduría y a la
verdad, la necesidad de la gracia, de la oración, de la virtud, de la caridad
fraterna, el anhelo de la eternidad feliz". (CARTA APOSTÓLICA AUGUSTINUM HIPPONENSEM DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II EN EL XVI CENTENARIO DE LA CONVERSIÓN DE SAN AGUSTÍN).
Pero quien dedicó varias reflexiones sobre san Agustín fue el Papa Benedicto XVI, un gran conocedor del Santo. Él afirma lo siguiente:
Pocas veces una civilización ha encontrado
un espíritu tan grande, capaz de acoger sus valores y de exaltar su riqueza
intrínseca, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las
generaciones posteriores, como subrayó también Pablo VI: «Se puede
afirmar que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de
ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la
tradición doctrinal de los siglos posteriores» (AAS, 62,
1970, p. 426: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31
de mayo de 1970, p. 10).
San Agustín es, además, el Padre de la
Iglesia que ha dejado el mayor número de obras. Su biógrafo, Posidio,
dice: parecía imposible que un hombre pudiera escribir tanto durante su
vida. En un próximo encuentro hablaremos de estas diversas obras. Hoy nuestra
atención se centrará en su vida, que puede reconstruirse a través de sus escritos,
y en particular de las Confesiones, su extraordinaria autobiografía
espiritual, escrita para alabanza de Dios, que es su obra más famosa. Las Confesiones,
precisamente por su atención a la interioridad y a la psicología,
constituyen un modelo único en la literatura occidental, y no sólo occidental,
incluida la no religiosa, hasta la modernidad. Esta atención a la vida
espiritual, al misterio del yo, al misterio de Dios que se esconde en el yo, es
algo extraordinario, sin precedentes, y permanece para siempre, por decirlo
así, como una "cumbre" espiritual...
Al seguir profundizando en el estudio de
las Escrituras y de los textos de la tradición cristiana, san Agustín se
convirtió en un obispo ejemplar por su incansable compromiso pastoral:
predicaba varias veces a la semana a sus fieles, ayudaba a los pobres y a los
huérfanos, cuidaba la formación del clero y la organización de monasterios
femeninos y masculinos.
En poco tiempo, el antiguo retórico se
convirtió en uno de los exponentes más importantes del cristianismo de esa
época: muy activo en el gobierno de su diócesis, también con notables
implicaciones civiles, en sus más de 35 años de episcopado, el obispo de Hipona
influyó notablemente en la dirección de la Iglesia católica del África romana
y, más en general, en el cristianismo de su tiempo, afrontando tendencias
religiosas y herejías tenaces y disgregadoras, como el maniqueísmo, el
donatismo y el pelagianismo, que ponían en peligro la fe cristiana en el Dios
único y rico en misericordia.
Y san Agustín se encomendó a Dios cada día, hasta el final de su
vida: afectado por la fiebre mientras la ciudad de Hipona se encontraba
asediada desde hacía casi tres meses por los vándalos invasores, como cuenta su
amigo Posidio en la Vita Augustini, el obispo pidió que le
transcribieran con letras grandes los salmos penitenciales "y pidió que
colgaran las hojas en la pared de enfrente, de manera que desde la cama,
durante su enfermedad, los podía ver y leer, y lloraba intensamente sin
interrupción" (31, 2). Así pasaron los últimos días de la vida de san
Agustín, que falleció el 28 de agosto del año 430, sin haber cumplido los 76
años.
( Audiencias generales del Papa Benedicto XVI, dadas en
Roma en el 2008. BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL. Miércoles 9 de enero de 2008)
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