La
victoria de Jesús no se puede reducir a una acción pasada. Celebrar la Pascua
es tomar conciencia de que también nosotros estamos llamados a resucitar a una
vida nueva. La victoria de Jesús continúa hoy en todo creyente que es capaz de
abrirse al poder de Dios. “Por tanto, ahora, mientras vivimos en esta carne
corruptible, muramos con Cristo cambiando de vida y vivamos con Cristo amando
la justicia. La vida feliz no hemos de recibirla más que cuando lleguemos a
aquel que vino hasta nosotros y comencemos a vivir con quien murió por
nosotros” (San Agustín, serm 231,5).
Creer
en la Resurrección es creer en la acción de Dios en la historia; Es creer en el
poder de Dios que actúa en los pequeños e indefensos; Es creer que la lucha a
favor de la vida de los pobres y desvalidos es mucho más fuerte que las bombas
más poderosas de cualquier nación o pueblo. Es creer que hasta de lo más débil
y frágil, Dios puede hacer surgir algo nuevo. Hasta la persona más aplastada
por el pecado, Dios puede levantarla y convertirla en discípulo.
Creer
en la Resurrección es ser capaz de romper con la mezquindad y la mediocridad
que todavía queda en nosotros. Es poner la fraternidad por encima de
movimientos y grupos, Es echar fuera de mí todo egoísmo, toda hipocresía, todo
orgullo, todo miedo, todo aquello que no me deja ser yo mismo. “Escuchemos lo
que dice el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas de
arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; buscad las cosas de
arriba, no las de la tierra… Si vivimos bien, hemos muerto y resucitado; quien,
en cambio, aún no ha muerto ni ha resucitado, vive mal todavía; y, si vive mal,
no vive. … si vive bien, ha resucitado” (San Agustín, serm 231,3).
Esta
noche no estamos recordando un muerto, estamos celebrando que Cristo ha
resucitado, que sigue vivo, actuando en cada uno de nosotros. Celebrar la resurrección
es tener la alegría de sabernos amados, de tener la seguridad de que Dios nos
escucha cuando le hablamos por medio de la oración. Vivir la resurrección es
tener la experiencia de que Jesús puede cambiar nuestra vida, revivir lo bueno
que hay en nosotros; vivir como resucitados es tener actitudes de amor,
comprensión, amabilidad, diálogo, honestidad, solidaridad, justicia, respeto
por la vida. Creer en el resucitado es alejarnos de supersticiones, dejar lejos
de nosotros los horóscopos, los brujos, los adivinos, los charlatanes que predicen
el futuro y condicionan la vida, no crean en esos mentirosos, creamos en Jesús
que es la misma verdad, que nos hace libres con la gracia de Dios; creer en el
resucitado es poner toda nuestra confianza en Él, es vivir en la alegría de
saber que la muerte no tiene la última palabra, defendamos la vida, los niños,
los jóvenes, los ancianos, las familias; no aceptemos la muerte, defendamos la
vida. San Pablo nos invita a vestirnos con los vestidos del Resucitado: «Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad,
lealtad, amabilidad, dominio de sí» (Ga 5, 22). Queridos hermanos y hermanas,
que esta celebración de la Vigilia Pascual, sea la oportunidad de abrir nuestro
corazón al Señor, muramos a nuestro pecado y resucitemos a una vida nueva,
vivamos como resucitados, amémonos los unos a los otros. Amén.